REFLEXIONES SOBRE EL AGUA: UN ESPEJO DE NUESTRO TIEMPO

luciano espinosa rubio, USAL, universidad de salamanca, global education magazine

Luciano Espinosa Rubio

Profesor Titular en la Universidad de Salamanca. (USAL). Su línea de investigación es filosofía de la naturaleza, antropología, ética medioambiental, pensamiento de Spinoza, Teoría de la Complejidad y ecología social. Es miembro fundador del seminario español en Pensamiento de Spinoza.

espinosa@usal.es

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Resumen

Los problemas relativos al agua son una encrucijada en medio de nuestro tiempo: crisis ecológica, pobreza, migraciones, cambio climático, etc. Primero, necesitamos recordar los diversos sentidos del agua (físico, biológico, social, espiritual y filosófico), si queremos entender mejor su importancia en el mundo, en segundo lugar. Por último, es necesario hacer algunas consideraciones desde una perspectiva bioética.

Palabras clave: agua, vida, crisis, justicia, oportunidades.

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REFLECTIONS ON WATER: A MIRROR OF OUR TIME

Abstract

The problems on water are a crossroad in the middle of our time: ecological crisis, poverty, migrations, climate change, etc. First, we need to remember the different meanings of water (physical, biological, social, spiritual and philosophical ones), if we want to understand its importance all over the world better, in second place. At last, it is necessary to make some remarks from a bioethical perspective.

Key words: water, life, crisis, justice, opportunities.

 

1. Un planteamiento multidimensional

Desde diversos ángulos, bien puede decirse que somos agua y que eso lo incluye casi todo. Pocas presencias son tan importantes y básicas, pero por ser algo tan obvio y cotidiano tiende a olvidarse por parte de aquellos que no la echan en falta, e incluso para éstos es algo dado por supuesto sin comprender a fondo sus innumerables implicaciones. Lo cierto es que atañe a todos los registros de la vida humana (y del resto de vidas) con una fuerza inaudita, hasta el punto de convertirse en cierto modo en su espejo, con las connotaciones simbólicas de esta metáfora: el espejo capta lo que sucede y fluye (como el propio agua), refleja todas las cosas, es el continente receptivo y siempre adaptado al contenido; muestra, en fin, el movimiento del universo, que es justamente la tarea propia del pensamiento (de ahí la asociación de éste a la simbología del espejo)1. Luego el carácter especular y metafórico del agua se suma a su peso empírico y proporciona así una buena perspectiva para observar nuestro presente histórico, del que lo menos que puede decirse es que sufre una crisis de fundamentos de la que ya nadie puede dudar. En la mente de todos están los complejos aspectos sociales, ecológicos, económicos, geopolíticos, etc. del caso, pero hay que recordar el sencillo hilo conductor que los une, al menos como primera divisa: la confusión absoluta entre valor y precio. No hace falta insistir en ello, buena parte de la civilización gira en torno a semejante aserto, o, si se prefiere, a la variante del mismo que da la razón al viejo dicho marxiano de que del valor de cambio aplasta al valor de uso. Y ambos puntos repercuten de lleno, claro está, en todo lo referente al agua. Para rematar esta aproximación de tonos alegóricos, nada mejor que concluir con la imagen del hombre como Narciso reflejándose en el espejo acuático, inconsciente del peligro mortal que le acecha por su egolatría y negligencia.

Ahora bien, conviene no confundir los términos lógicos del grave problema que padecemos, y para la intención de este escrito basta con remitirse a un juicio que parece certero: la profunda impotencia política y cultural que nos aqueja no es el efecto sino la causa del desastre financiero y demás estafas consentidas, y en general de que haya tantas estructuras podridas que perpetúan el estado de cosas. Además, ahí convergen otras dimensiones como la falta de gobernanza global y, lo que es peor, la profunda desconfianza hacia la política, así como una gran policrisis con facetas climáticas, alimentarias, energéticas… De modo que la desigualdad creciente, la ausencia de un discurso público que no sea únicamente tecnocrático y/o demagógico, el fracaso de la supuesta autorregulación capitalista o el desarraigo de la experiencia vital producido por la globalización… no deben achacarse a una mera coyuntura2. La ceguera es previa e interesada, por supuesto, y la parálisis de la conciencia crítica en la sociedad occidental resulta incontestable, entre otras cosas porque los sobornos en forma de bienes de consumo crecientes son muy poderosos y van sostenidos por eficientes campañas de publicidad y desinformación, junto al perenne refuerzo del miedo (paro, terrorismo, etc.). Es decir, el discurso más o menos unidimensional y acomodaticio se impone entre los afortunados del planeta no sólo por la vía de hecho sino también de derecho, de ahí la soberbia recuperada por parte de los neoliberales y demás ralea. Una mayoría harto asustada ya no se hace preguntas, a pesar de que los conflictos son patentes para quien quiera verlos.

Muchos saben que viven sobre la base de una gigantesca mentira y no menor injusticia, ese barril de pólvora antes llamado crecimiento ilimitado cuyo eje es la explotación correlativa del hombre y de la naturaleza, y ahora púdicamente reconvertido en sostenible, como si este cuento fuera de recibo o siquiera eficaz en la solución del peligro que nos acecha a estas alturas (lo pudo ser hace décadas). La pregunta obvia es qué hacer, cómo encauzar una acción transformadora a gran escala si no hay lucidez ni voluntad suficientes, y entonces el intelectual esta tentado de plantear la venerable cuestión de una medicina mentis o educación del pensamiento en su raíz, pero eso no basta y tampoco hay tiempo, lo sabemos, por más deseable que pudiera resultar. Lo único seguro es que carecemos de respuesta satisfactoria (la ilustración ha mostrado sus límites en todo sentido), cuando la cosa urge cada día más. Por decirlo de otra forma, el mundo no es legible3 y mucho menos previsible, ya no cabe el sueño de descifrar una escritura inexistente en el ser y menos gobernar la historia hacia el progreso seguro, así que estamos particularmente confusos y bloqueados… O tal vez escondamos la cabeza debajo del ala y disociemos la conciencia para no sufrir4. Sea como fuere, es obligado ensayar una cierta actitud intelectual a la vez beligerante y constructiva, por más difícil que resulte en la teoría y en la praxis, pues si no hay nada dado a priori en las cosas mismas, al menos habrá que narrarlas a posteriori de modo distinto al de costumbre. Y es que tan pernicioso es el triunfalismo como el lamento fatalista.

Salta a la vista la trascendencia que para la bioética y la biopolítica tiene la cuestión del agua, por lo mismo que resulta patente su tremenda repercusión en la vida diaria, en la esfera ambiental, política, económica y cultural. O no tanto… Por eso vamos a ocuparnos de estas dimensiones y de otras simbólicas, de algunas de carácter estratégico y, en fin, de lo que podríamos resumir como estilos de vida ligados a formas de justicia e injusticia, pues todo ello aparece más integrado ahora que nunca antes en la historia, aunque siempre hayan ido de la mano5. Podrían resumirse las actitudes fundamentales respecto al agua en dos puntos: a) hace tiempo que se la ha llamado “oro azul”, como denuncia de su galopante mercantilización a la par que muestra de su extraordinario valor, y b) necesitamos un pacto global que recoja sus aspectos fundamentales para evitar daños mayores y sufrimientos incalculables6. Es indecente y suicida infravalorar la gravedad de una situación que empeora por momentos, aunque los ignorantes y los hipócritas que defienden el statu quo tachan de alarmista cualquier llamada a tomar medidas drásticas cuanto antes y así paliar en algo el descalabro.

2. Algunos significados del agua

Recordemos brevemente -mediante su carga semántica y práctica- la presencia intensa del agua en la vida humana, pues hace falta explicitarlo para luego plantear la necesidad de nuevas relaciones entre ámbitos que siempre han sido y serán esenciales:

2.1 En sentido físico y químico, sólo dos apuntes de distinto signo, el primero extensional y el segundo intensional: el agua ocupa la gran mayoría de la superficie del planeta, como es sabido, pero sólo un 2,5 % es dulce, y de ella apenas un 0,4 % está disponible (y disminuyendo), por lo que no abunda como podría parecer a primera vista a ciertos conformistas; y, por otro lado, su propia naturaleza es una de esas emergencias fundamentales (o saltos cualitativos por composición) que podemos hallar en el universo, pues ni el oxígeno ni el hidrógeno presentan por separado las características que su combinación depara, lo que nos habla de uno de esos fenómenos sorprendentes que desafían cualquier enfoque reduccionista.

2.2 En sentido biológico, a nadie se le escapa que ha jugado y juega un papel decisivo en la génesis, subsistencia y organización de ese milagro termodinámico que llamamos vida, de modo que sin hidratación suficiente ésta es inconcebible. Recordemos que sin agua no hay fotosíntesis, o que los mamíferos se gestan en un medio líquido y los ovíparos vienen al mundo en una cápsula nutritiva semejante; a lo que debemos añadir datos concretos de los humanos, como que el 70 % del organismo está constituido por agua en términos materiales (protoplasma celular, sangre, linfa…), porcentaje que llega al 85 % en el caso del cerebro y su intrincadísima red de conexiones, lo que habla de la dependencia total de nuestra entraña física y mental respecto a ella (por ejemplo como vehículo de transmisión electroquímica). Baste decir que una simple deshidratación del 2% puede ocasionar mareos, falta de concentración y de memoria…; o que muchas dolencias guardan relación con un déficit de agua donde corresponda. Casi podría concluirse que quien no bebe lo suficiente no puede ser humano en plenitud o al menos queda seriamente disminuido. De ahí que cualquier consideración sobre su escasez y falta de acceso tenga consecuencias éticas, antropológicas y sociales de primer rango.

2.3 En un terreno social y práctico más heterogéneo, se impone la relación con la agricultura y la ganadería (base de la alimentación humana: hay unos 240 millones de hectáreas de regadío en el planeta, de donde proviene el 40% de la comida), así como con la energía (no sólo hidráulica, como veremos) y la economía por motivos no menos evidentes, pero también con la higiene y la salud, el ocio y el disfrute, el transporte y el comercio, etc. Digamos sencillamente que aspectos capitales de la vida pública y de la privada dependen del líquido elemento de forma decisiva, hasta el extremo de que el llamado desarrollo de los pueblos y la autorrealización individual siempre le han sido deudores por múltiples vías directas e indirectas. Luego no cabe hablar de las sociedades (ni de las personas) como organizaciones complejas sin ese protagonismo, también en aspectos que trascienden lo biológico hacia nuevos niveles pragmáticos y simbólicos.

2.4 La espiritualidad de todo tiempo y lugar ha prestado inmensa atención al agua, al menos desde el Neolítico, reconociéndola como fuerza y poder originario, elixir de la inmortalidad y principio curativo, sede de la vida, palanca de regeneración y purificación, puerta de acceso a lo sagrado…; de ahí que se le haya rendido culto de múltiples maneras, además de usarla como elemento clave en cualquier rito o sacrificio, etc. Que el agua aparece a menudo como fuente y sustrato del universo, queda resumido en estas palabras: “En la cosmogonía, en el mito, en el ritual, en la iconografía… las aguas desempeñan siempre la misma función, cualquiera que sea la estructura de los conjuntos culturales de que forme parte: preceden a todas las formas y son soporte de todo lo creado”7. Se trata de algo así como la matriz del ser y de sus posibilidades, nada menos, el fundamento primigenio de toda manifestación óntica y existencial, así como el sostén en el tiempo que incluye la capacidad de renovarse sin cesar. Recuérdese también la experiencia humilde y más cercana del baño que limpia, repara y descansa.

2.5 El sentido específicamente filosófico está muy ligado a lo anterior, claro está, según muestra la frecuente inclusión del agua en las antiguas teorías sobre los últimos elementos del Cosmos, sea en Oriente u Occidente, en calidad de cómplice de los demás (fuego, tierra, aire, o madera en China) con los que forma ciclos basados en alternancias, según relaciones que los convierten en complementarios y antagónicos, siempre orientadas a entender el dinamismo y la pluralidad del conjunto. Podría mentarse a los Presocráticos, en particular a Tales de Mileto, pero también la singular expresividad del agua para abordar el problema perenne del cambio y la permanencia (Heráclito), o como figura paradigmática del curso natural -espontáneo, fácil, flexible- de las cosas (así en el Daoísmo); o ser tomada como una de las imágenes predilectas en diversos registros de la cultura para referirse a la belleza, la armonía, la profundidad o el misterio de lo real, sin olvidar su papel en toda clase de fenómenos sapienciales, estéticos, literarios y folklóricos.

Sin duda caben otras vertientes, pero estas cinco nos parecen la base del resto y ofrecen un muestrario muy elocuente del asunto que nos ocupa8. Ya se ve que la frase inicial de que somos agua tiene aquí su corroboración, aparte de incluir multitud de consecuencias existenciales y prácticas, así como otras más o menos intangibles. Quiero decir que el ser humano se alimenta tanto de realidades materiales como de irrealidades simbólicas, y el agua es una de las pocas cosas que tienen un peso específico en ambos planos. Por eso es pertinente preguntar si el discurrir de la historia no la ha subordinado a lo meramente utilitario, o al menos si no se han hipertrofiado algunas de las dimensiones enunciadas en detrimento de otras. Digamos que se han roto, como en otros campos, algunos equilibrios sutiles en nuestra relación mental con ella (y por extensión con la naturaleza en su conjunto), algo que antes o después se nota en las actividades de toda índole. El resultado mediato es el abuso ejercido en un consumo derrochador, unido al crecimiento imparable de la demanda -se calcula que ya hay un déficit del 20% respecto a lo que sería necesario y que en 15 años subirá al 50%-, a lo que se añade la amenaza cierta del cambio climático -un aumento de 2º supondría un 25% menos de agua dulce en el planeta-, todo lo cual ha puesto al agua de nuevo en el primer plano de la supervivencia. Vaya por delante que no pretendemos hallar solución en un reencantamiento del mundo que revalorice el agua en términos parecidos a las posiciones de la ecología profunda, como tampoco basta la mera divulgación bienintencionada de los datos, sino que importa hacer una reflexión amplia sobre la riqueza de ámbitos que guarda el tema con sus muchas interacciones internas.

3. Una pintura al agua del presente

Es imprescindible conocer antes que nada algunos datos9 básicos, primero referidos a los países ricos y después a los pobres (la simplificación de estos adjetivos no carece de validez, desgraciadamente), para entender mejor la desigualdad y la injusticia que rodean al agua bajo otro punto de vista. Sirve esto además para tomar plena conciencia de los riesgos que acechan a la humanidad, ante los que a menudo se responde con negligencia e ineptitud, amén de apuntar las implicaciones transversales que ya asoman en el horizonte, sean de tipo geopolítico, militar y de seguridad, energético y económico, ecológico y en definitiva existencial.

3.1 En el llamado Primer Mundo se consumen ingentes cantidades de agua, como en todo, de manera que un 12% de la población acapara el 85% del total. Ni siquiera impera la célebre proporción del 20/80 que suele aplicarse a la riqueza o a la contaminación: un 20% de los humanos posee el 80% de los bienes y contamina en el mismo porcentaje. Es interesante advertir, para ilustrarlo, que si la ONU recomienda un uso de unos 100 litros/persona/día (que incluye todos los insumos directos e indirectos), en USA el consumo es de 380, en un país medio como España es de 154 y en uno pobre se utilizan unos 19 de promedio. La desproporción es abrumadora y no requiere comentarios, salvo que ello no obedece sólo a las diferentes condiciones geográficas y climáticas ni al mero retraso en la explotación de los recursos. Al contrario, se da la paradoja, por ejemplo, de que Europa importa billones de litros al año de lo que se llama agua virtual10, y Japón, que es el caso extremo, recibe hasta 15 veces más de la que exporta. Algo que se explica porque unos envían productos agropecuarios (cereales, café, soja, carne de vacuno, algodón…) que necesitan gran cantidad de agua y otros venden los tecnológicos o manufacturados, de modo que América del Sur y África son exportadores netos del líquido por este concepto. Es decir, el mayor gasto se realiza en los lugares donde se generan los productos del sector primario que luego compran los importadores, todo ello sometido por cierto a leyes de comercio y arancelarias más que asimétricas (aunque ése es otro tema), asunto que obviamente deja un beneficio neto -hídrico y de otros tipos- a los más ricos, con independencia del pago hecho por la compra de aquellos bienes. Huelga decir que estos temas, por otra parte, deberían tenerse en cuenta al tratar la deuda financiera de los países pobres y la llamada deuda ecológica de los desarrollados con ellos.

En lo que hay cierta semejanza a nivel planetario es en los porcentajes generales de uso del agua por sectores: más del 70% se dedica a la agricultura, algo menos del 25% a la industria y no llega al 10% la destinada al consumo doméstico. Es verdad que las distintas actividades marcan el grado de las necesidades, pero no parece de recibo que el consumo humano básico quede en muchos casos postergado en aras de la producción económica y sus desequilibrios (monocultivos, erosión genética que se traduce en menos variedades, falta de infraestructuras adecuadas de canalización…), recientemente incrementados con la fiebre de los agrocombustibles11. Por otro lado, habría que hacer mención especial de los fines que bien podrían llamarse suntuarios, como son los 7800 millones de litros/día que absorben los campos de golf en USA, por dar un botón de muestra revelador. En cualquier caso, volvamos al gasto de agua virtual por unidad de producción, de la mano de Hoekstra y colaboradores -creadores del término “huella hídrica”-, en el bien entendido de que se incluyen todos los aspectos (riego, elaboración, limpieza, transporte, etc.) y que se trata de ejemplos paradigmáticos: 1 kg de vacuno requiere unos 15.500 litros, uno de embutido unos 11.500, una hamburguesa alrededor de 2400, un kilo de arroz unos 3400, un café unos 140, un yogur cerca de 1150, unos pantalones vaqueros alrededor de 11.000, una camiseta de algodón 2900…, y producir un kg. de aluminio consume unos 100.000 litros. Por asombroso que resulte, para terminar, hay que decir que una vaca consume directa e indirectamente (riego de pastos, estabulación, etc.) más de 3 millones de litros a lo largo de su vida12. Más allá de lo chocante que parezca, se trata de métodos de análisis contrastados, análogos a la más conocida huella ecológica; el problema es que hay cosas que no caben en el PIB o simplemente que no se quieren ver.

3.2 El panorama socio-económico en los países del Tercer Mundo es muy distinto, empezando por una esperanza de vida mucho menor, entre otras cosas porque guarda relación directa con la carencia e insalubridad del agua. Aunque no se deban acumular cifras sin más, hay algunas que son imprescindibles, siquiera como contraejemplo de la macroeconomía capitalista con la que nos bombardean a diario. Los datos más aceptados indican que unos 900 millones de personas no tienen acceso al agua limpia, que un 46% de los habitantes del planeta no goza de agua corriente y que unos 2500 millones no tienen saneamientos. Por eso no sorprende tanto que al año haya 10 veces más muertes por infecciones relacionadas con el agua que por guerras, esto es, más de 3 millones de víctimas de las que la mayor parte son niños menores de 5 años. En otras palabras, según la OMS un 80% de las enfermedades y 1/3 de las muertes en los países subdesarrollados tienen que ver con esa contaminación, luego el agua paradójicamente también es sinónimo de muerte en determinadas condiciones. Es imposible callar que, cuando los occidentales estamos tan preocupados por la llamada crisis económica y los rescates masivos a las entidades financieras, etc., en otros lugares viven una tragedia perpetua que a pocos importa, y menos ahora que tenemos urgencias inaplazables como el ajuste fiscal que imponen los famosos mercados que antes se han aprovechado del presupuesto público… Lo que repercute en la denominada Ayuda al desarrollo, ya de por sí escasa, además de ocasionar perjuicios financieros, comerciales y de rechazo a la inmigración. Aunque nos queramos ceñir a nuestro tema, salta a la vista su conexión con otros ámbitos y aspectos sociales, como muestra el hecho -en otro orden de cosas- de que el necesario acarreo de agua en gran parte del mundo es una tarea sobre todo femenina, lo que impide la escolarización de muchas niñas y por tanto las condena aún más a seguir dominadas y discriminadas13, habida cuenta de que ocupa buena parte de la jornada.

Las dificultades, claro está, no hacen sino aumentar a la vista del cambio climático y sus desajustes crecientes, en particular las sequías y la erosión que golpean mucho más al Sur, lo que desencadenará más penurias y hambrunas con su secuela de conflictos violentos y migraciones generalizadas. Según previsiones razonables, en el año 2025 cerca del 40% de la población mundial padecerá la escasez en diferentes grados, y de manera más concreta se afirma que la zona del Sahel africano perderá hasta un 75% de la tierra arable14. Es claro que no puede anticiparse cuál será la subida de la temperatura media en la Tierra a lo largo del siglo XXI, pero lo cierto es que hay indicios y motivos de sobra para preocuparse. De momento no se vaya a la raíz de los problemas, sino que los principales esfuerzos se orientan a hacer nuevos negocios (también con el agua) y a levantar muros físicos y jurídicos contra los que abandonan desesperados sus tierras estériles. En otras palabras, ante peligros globales como éste los principales perjudicados son los de siempre y, en general, los más débiles como niños, mujeres y ancianos. No es demagogia, simplemente estamos demasiado acostumbrados a oír la cantinela del dolor ajeno y la frialdad de las cifras. Ahora bien, también se van a producir cambios no lejanos que trastornarán a todos de una u otra forma, siquiera con los grandes movimientos de población que no han hecho más que empezar, una vez que la lucha por sobrevivir se haga aún más acuciante y descarnada.

3.3 Por de pronto, se pueden extraer algunas consecuencias de diversa índole a la hora de valorar la situación actual y sus proyecciones inmediatas: en términos sociales, la gestión del agua es y será clave para la organización colectiva, pondrá a prueba la fuerza y la calidad de las instituciones, y tendrá una influencia preponderante en la posibilidad de desarrollo de los pueblos15. Quizá el mensaje que lo resume todo es que sin agua no hay posibilidad de generar oportunidades: eso incluye la pobreza económica, el hecho de que no hay energía física ni mental y tampoco tiempo para crecer como personas, además de la falta de igualdad social y de género, y estos obstáculos bloquean el resto de opciones. En verdad, sin agua apenas hay vida privada o pública digna de ese nombre. Es obvio, en segundo lugar, que otro tanto ocurre con la vida animal, y aquí el dato más peligroso es la pérdida alarmante de biodiversidad específica, como atestigua el hecho de que la extinción de especies de agua dulce es cinco veces mayor que la producida en biotopos terrestres o marinos. Parece claro que la sobreexplotación y la contaminación van de la mano y son sus causas directas, sin olvidar que un tercio del consumo total de los humanos procede del subsuelo y que el ascenso acelerado de la capa freática impide la regeneración de ríos y lagos. En resumen, el complejo eco-bio-social que habitamos, donde unas variables inciden sin solución de continuidad en otras, presenta señales de alarma que ya no podemos desoír.

Pero el caso es que lo hacemos una y otra vez, obsesionados por la dimensión económica de todo cuanto existe. Así, en tercer lugar, el negocio ligado al agua es uno de los más florecientes: la venta embotellada en 1970 rondaba los 1000 millones de litros, en el año 2000 pasó a 84.000 y en 2009 alcanzó los 598.000 millones de litros16. No hay un crecimiento equiparable en ninguna otra actividad empresarial, cosa comprensible si tenemos en cuenta que la media mundial supone que la embotellada vale unas 245 veces más que la de uso corriente. De ahí, entre otros motivos, que aumente la presión privatizadora, sea a través de la compra masiva de reservas de agua dulce, de la gestión mercantil del abastecimiento prestado a los ciudadanos o de la concentración oligopólica de tan jugosos negocios17. Es evidente que hay mucho dinero en juego y que la tendencia es que crezca el envite, sobre todo a los ojos del omnímodo capital especulativo (que sale inauditamente fortalecido de la crisis/estafa masiva que él mismo provocó), ante unas expectativas generales de escasez que aumentará la rentabilidad. Lo tremendo es que, ante la falta de ingresos fiscales, las administraciones públicas buscan obtener dinero por la venta de esas infraestructuras y servicios, lo que pone a los ciudadanos a los pies de los caballos. La supuesta eficacia y el mitificado ahorro por parte de la gestión privada se convierten en realidad en un aumento medio de los precios del agua de un 15% anual, según estudios realizados en USA sobre el período 1991-2010, por lo que muchas ciudades están intentando recuperar por medios legales lo que nunca debieron perder18, siguiendo el ejemplo ya célebre de Cochabamba en Bolivia. Y es que nunca es tarde si la protesta popular cargada de razón llega.

El cuarto tipo de consecuencias e implicaciones se refiere al terreno energético en particular, una vez conocido que habrá problemas con el abastecimiento de petróleo a medio plazo y es ya un tópico referirse a las renovables como salvadoras, también del efecto invernadero. Sin embargo, dejando de lado otras dudas sobre este diagnóstico, en lo que se refiere al agua lo primero que debe hacerse es evitar las pérdidas en su conducción (alrededor del 40-50% según los casos) y reciclarla cuanto sea posible. Tampoco estaría mal reducir al mínimo los perjuicios humanos y ecológicos de bastantes obras hidráulicas (represas19, etc.), pero como ahora no pueden tratarse todos los asuntos concernidos, digamos que sería muy conveniente atender a las relaciones del agua con diversas fuentes de energía convencionales y alternativas: partiendo del hecho de que el 22% del agua captada se usa en España para refrigerar grandes centrales productoras de electricidad y de que el 10% del consumo de esta última está ligada al agua de algún modo, los especialistas plantean la exigencia de agua abundante para hacer viable un hipotético parque generalizado de coches eléctricos, así como para garantizar su presencia fundamental en la fijación del hidrógeno que algún día podría explotarse y en la generación de energía solar ya en marcha20. Todo ello será imposible sin la adecuada planificación a largo plazo, lo que obliga a practicar ahorros suplementarios y a promover cuantas sinergias sean posibles, sin tener la seguridad ni mucho menos de que baste con eso para resolver la escasez de recursos y el trastorno climático. Por lo demás, aquí como en otros asuntos, sería iluso pensar que una milagrosa revolución tecnológica solucionará los problemas por sí sola, sin requerir profundas transformaciones sociales y de mentalidad. Digamos únicamente, por dar unas pinceladas, que el transporte automovilístico masivo es inviable consuma la energía que consuma, que la desalinización a gran escala no es inocua en términos ecológicos ni rentable… y que nunca existirá agua “digitalizada”, aunque a menudo nos comportemos como si la resistencia física de lo real desapareciera ante nuestra soberbia pretensión de convertirlo todo en algo virtual para manejarlo a capricho21.

Por último, en quinto lugar, es obligado asomarse a los problemas de seguridad ligados al caso, pero hacerlo dentro de un marco amplio22. La pugna por el control del agua es un tema muy delicado, como bien sabemos en España con los trasvases y las competencias en conflicto de los diferentes Estatutos de autonomía. Obviamente, los problemas se multiplican a escala mundial: por ejemplo, en Oriente Próximo juega un papel capital en la tensión entre Israel y sus vecinos árabes (pugna por las reservas de los Altos del Golán que no devuelve a Siria, por el control del río Jordán, o la asfixia también hídrica a los palestinos, etc.), al igual que en las fricciones entre Turquía e Irak a cuenta de las represas en el curso alto del Tigris y el Eufrates. A lo que se añade, en otro sentido, la gravedad del cambio climático que empieza a fundir los grandes glaciares del planeta: científicos chinos, por ejemplo, han dado la alarma respecto a los de la meseta de Tíbet -incluido el Himalaya- que alimenta los grandes ríos del Sureste Asiático, del Ganges al Mekong, donde vive un tercio de la población mundial23. Sin olvidar que el deshielo afectará a las rutas comerciales (el Estrecho de Bering tendrá más importancia que los canales de Suez y Panamá), lo que modificará alianzas e intereses, y que en otro orden de cosas obligará a redefinir fronteras (entre ellas la muy sensible de India y Pakistán, potencias nucleares), además del hecho de que las gigantescas migraciones que se prevén por este tipo de causas resultarán inevitablemente desestabilizadoras. En resumen, los desastres ecológicos complican aún más los conflictos previos y añaden otros de nuevo cuño.

Como se ve, y esto sólo es una muestra, se avecinan importantes cambios geopolíticos, con una seria amenaza de violencia a nivel micro y macroscópico, lo que a la postre hace temer mayores enfrentamientos (informales o no, internos y externos). Es imposible desatender, entre otras, la reciente evidencia de lo ocurrido en Darfur (Sudán), donde la falta de agua fue crucial para desencadenar la guerra; o las previsibles peleas por el futuro control de los grandes acuíferos subterráneos del planeta (el de Nubia y el del Sáhara, el Guaraní en Sudamérica…). Desde otro ángulo, si vamos a zonas más afortunadas, sabemos que las sequías sufridas en Europa en los últimos 30 años supusieron numerosas muertes y más de 100 mil millones de euros en pérdidas24, lo cual no es más que un aviso de lo que puede pasar. Cabe concluir, en fin, que la humanidad arriba a un período de grandes convulsiones, dicho sin necesidad de ponerse catastrofistas, pues los peligros son reales y sus mecanismos ya están operando hace tiempo, entre los que destacamos: un sistema basado en la explotación generalizada y en el crecimiento ilimitado no puede ser simétrico ni equitativo nunca, pero menos cuando se agota el modelo; la violencia es un artefacto social y estratégico omnipresente en la historia, incluidos genocidios y limpiezas étnicas recientes; los mal llamados desastres naturales a menudo tienen causa antropogénica, como se ve en el clima; la lucha por recursos escasos suele emparejarse con la radicalización social y la xenofobia; el pasado ofrece un buen catálogo de colapsos civilizatorios por causas ecológicas; los aspectos ecosociales de la cuestión contribuyen a generar formas de vida y económicas directamente ligadas a la violencia…25

Este cruce de factores converge hoy día de modo explosivo, lo que en relación a nuestro tema desemboca en problemas con el agua y disputas por el aprovechamiento de la tierra y la contaminación del suelo, una vez dado un marco de injusticia, pobreza y desintegraciones políticas (los estados fallidos), de conflictos avivados en ocasiones por motivos étnicos, migraciones, intereses económicos internos y externos (tráficos varios, legales e ilegales), etc. Si esto parece un tanto teórico, hay que decir que ya se han producido más de ochenta conflictos ambientales en las últimas décadas26 e insistir en que no estamos hablando de meras conjeturas, sino de procesos geo-bio-físicos ineluctables puestos en marcha y de conductas humanas harto repetidas. Es obvio que los países del Norte están en mejor situación para afrontarlo, pero a la larga se verán muy afectados también por ese cúmulo de aspectos entrelazados. Luego el retrato de la situación no es nada halagüeño y si la crudeza realista que preferimos le da un tono pesimista, peor para todos. Lo que no puede hacerse es mantener el engaño en forma de parches, dilaciones o paños calientes que disimulan las cosas, en aras de ser constructivos en vez de apocalípticos. Sólo desde la claridad respecto a las consecuencias prácticas (antes incluso que morales) del tema será posible la movilización ciudadana y política a todos los niveles, dada la importancia absoluta de lo que está en juego. Por otro lado, no parece inteligente plantearse la cuestión en términos de todo o nada, sino hacer de los grados y de la dignidad de la lucha misma el motor de la acción. Lo irónico es que -a día de hoy- sería posible abastecer con agua potable a todas las personas que lo necesitan por el equivalente a lo que costaron los primeros meses de la invasión de Irak o el precio de 18 submarinos nucleares…

4. Algunas facetas bioéticas y biopolíticas

Apenas hace falta repetir que con el agua están concernidos los derechos fundamentales de la persona (incluidos los llamados derechos humanos de 1ª, 2ª y 3ª generación), toda vez que es condición de posibilidad directa de la vida y la salud, e indirecta de la libertad y la educación, amén de su peso en la calidad de los niveles económico-sociales, ambientales, de género, etc., según se ha visto. Todo ello queda reforzado en el presente por factores nuevos como el cambio climático, los cambios geopolíticos y estratégicos…, sin menospreciar el valor perenne de su simbolismo para el equilibrio mental de la especie, íntimamente unido al agua desde el proceso de hominización y en muchas creaciones culturales y espirituales de todo tipo. El agua, en fin, es uno de esos pocos temas que tiene carácter integral e integrador, y de los que apelan directamente a la reflexión ético-política para exigir un cambio profundo de actitudes y conductas.

4.1 Desde un punto de vista normativo, es oportuno subrayar el reconocimiento por parte de la Asamblea General de la ONU (sesión del 28-7-2010) del derecho universal al agua y al saneamiento, lo que va más allá de considerarlo una necesidad, como ocurría antes (Declaración de La Haya del año 2000), y no digamos respecto a su consideración como mercancía. Quiere decirse que está puesta la base para crear una legislación internacional más ambiciosa en defensa de todo lo que tiene que ver con el acceso, uso, usufructo, preservación y distribución del agua como bien público y universal, así como con las implicaciones de la llamada securitización del mismo. Contra la privatización mercantil y/o estratégica, es preciso salvaguardar el agua como algo común y esencial para vivir con dignidad, además de la obligación de transmitirlo en las mejores condiciones posibles a las generaciones futuras. Por eso, a la vista de los datos que proporcionan los informes trianuales realizados por los organismos de la ONU27, resulta ineludible instaurar una gran Hidropolítica a nivel mundial que tenga en cuenta todos los factores, de acuerdo a las diferentes escalas temporales y espaciales, aunque ahora ese proyecto parezca remoto. Es demasiado lo que nos jugamos los habitantes humanos y no humanos del planeta, dada la creciente integración de los aspectos naturales y antropológicos en la frágil nave en la que todos viajamos. Quizá por eso se habla de la necesidad de sellar una suerte de nuevo Contrato Social del Agua que refuerce y legitime cualquier paso en esa dirección, ante los tiempos difíciles que se avecinan en muchos ámbitos28. Sin duda que ahora suena ingenuo plantear cualquier gran reforma, después de la burlesca y fracasada “refundación” del capitalismo que se propuso algún tiempo atrás, pero no por eso es menos cierto que hacen falta cambios de fondo en nuestra civilización. Habrá que aprenderlo de grado o por fuerza y más vale pronto que tarde…Lo malo es que muchas vidas se quedan en el camino.

Desde otro ángulo, debemos partir de una toma de conciencia radical, no retórica, de la auto-hetero-dependencia que ha enseñado el discurso ecológico: nadie puede vivir aislado, sin reconocer lo externo a él (que no ajeno), pues todos los seres vivos están constituidos por relaciones múltiples en distintos planos. Somos agua en un sentido sustantivo, decíamos, y por razones análogas a las que hemos ido desgranando se puede añadir que estamos constituidos por nexos (físico-biológicos, afectivos, simbólicos…) con cuanto nos circunda y atraviesa. Tal es el núcleo de un pensamiento que esté a la altura de los tiempos, donde esa interdependencia factual debe recogerse y explicitarse en los planos éticos, jurídicos y políticos. Y lo que es más, la salvaguarda y extensión de la autonomía personal -el gran legado ilustrado- necesita que se den tales pasos cuanto antes, porque ella misma se alimenta (en sentido literal y figurado) de esos elementos externos e imprescindibles, lo que debe preservarse más aún frente a los peligros actuales, si es que otorgamos verdaderos contenidos a la dignidad y la justicia29. Lo crucial del caso es que ante las mayores presiones medioambientales y políticas que se avecinan, todo lo que no sea avanzar en esa dirección supone un retroceso y una amenaza, dado que ahora lo pragmático a medio plazo (conservacionismo y cambio de modelo) y lo bueno (el respeto a los derechos básicos) se dan la mano con urgencia como en pocas ocasiones anteriores.

Esto significa -respecto a nuestro tema- tomar medidas concretas que rebasen la miopía cortoplacista, por ejemplo ante el tópico de una sostenibilidad abstracta e hipócrita (cambiar algo, según Lampedusa, -en este caso tecnológicamente- para que todo siga igual), mientras avanza la mercantilización de la vida, lo que incluye privatizar el agua. También en este punto lo único que importa es promover la libertad de decisión personal bien informada, sin dejarse llevar por los denominados saberes expertos y los aprendices de brujo de turno. Y para lograrlo es preciso un ejercicio genuino de democracia política que asegure los cauces de expresión y de acción, cosa que está bastante lejos de alcanzarse hoy, como todos sabemos. Luego es urgente acometer, para éste y otros problemas al fin relacionados, una profunda transformación institucional y eso exige alentar la rebeldía ciudadana antes de que sea tarde por completo. Piénsese en el neodarwinismo social (aún peor que el vigente) que sobrevendrá en un mundo de economía especulativa y con escasez generalizada de recursos primordiales (agua, petróleo, carestía de alimentos, etc.), de lo que ya tenemos bastante más que pistas.

Los riesgos de violencia y, en contrapartida, de formas de control exacerbado por parte de los distintos poderes que traten de dominarla son elevados y van desde el populismo autoritario hasta la amplia gama de los estados de excepción, además de abrirse nuevas vías al crimen organizado que trafica siempre con lo prohibido y florece con el miedo. En cuanto a la amenaza de políticas totalitarias, basta con recordar los precedentes de la Antigüedad que se han dado en llamar despotismos hidráulicos, ligados al monopolio del agua: Egipto, Mesopotamia o China se organizaron como sociedades teocráticas cerradas en torno a las estrategias tecnológicas (canales y riego) y ecológicas (crecidas fluviales y cultivos) que garantizaban la dominación de la sociedad entera. Claro que los abusos son habituales en relación a cualquier recurso y civilización (p. ej. el petróleo en la nuestra), donde siempre se busca si no un monopolio imposible, sí una dependencia perniciosa en el marco de un productivismo ilimitado que conduce antes o después, tras una caída gradual de los rendimientos, al “colapso” ambiental y socio-político30. Como es evidente, según enseña la historia, los ecosistemas se agotan y ponen límite forzoso a los excesos antes o después, lo que hoy debería desembocar -dicho en términos generales- en una constatación de Perogrullo: la ecosfera es finita y alterar sus equilibrios básicos resulta peligroso, con el agravante de que la asombrosa creatividad humana no llega nunca tan lejos como su ambición, al parecer insaciable.

4.2 Esta falta imperdonable de lucidez y/o decencia se puede aplicar a todo un modelo que ha sido denominado de la vida liquida, lo que es una de las grandes metáforas posibles para resumir esta reflexión sobre el agua en su vertiente negativa. Según la célebre lectura que propone S. Bauman, la liquidez consiste en la sucesión sin fin, en la falta de límite y medida., y eso se traduce en llevar una existencia “precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante”, basada en el inicio y la finalización incesantes de los procesos, lo que establece la norma general de la “desechabilidad” y de una supuesta “destrucción creativa”. En paralelo, se impone un patrón de consumo egocéntrico e infeliz, y finalmente la paradójica autoinmolación del sujeto en el marco de una sociedad obsesionada por la flexibilidad absoluta que dé aún más ventajas a los usos mercantiles que la gobiernan31. Se trata, pues, del imperio de la fungibilidad universal de personas y de objetos, del hábito de quemarlos sin escrúpulos para alimentar un mecanismo de producción ciego y entrópico, aunque sea de diferentes formas en los países del Norte y en los del Sur. No hay pausa en un mundo crecientemente acelerado que facilite la reflexión, ni apenas red de seguridad (se desmonta el estado de bienestar donde lo hay) que proteja a los que viven en la cuerda floja, sin que sea posible tampoco una genuina autoafirmación personal o colectiva donde todo es efímero e incierto. Por el contrario, los sujetos dóciles son gratificados con un menguante trozo del pastel de algunos bienes y servicios, pasan de ser ciudadanos a meros consumidores, y además deben estar disponibles permanentemente como partes del engranaje productivo que los gobierna, sin rechistar ante la pérdida de anteriores derechos adquiridos. Aquí el agua sirve para simbolizar, en fin, la desintegración de cualquier estructura social y de convivencia, tanto en el terreno privado como en el público, o, si se prefiere, la liquidación de la auténtica vida humana en el altar de cierto tipo de progreso…

Sin embargo, en esta búsqueda de inspiración para el pensamiento y la conducta, donde el agua no es sólo objeto pasivo sino también estímulo, podemos acogernos a otra metáfora acuática bien distinta: la que no pone el acento en la mera repetición de los gestos explotadores que fragmentan la vida, sino en la recursión sin fin, esto es, en el carácter cíclico de los procesos naturales, lo que permite la retroalimentación que organiza formas estables de vida. El agua sirve ahora como modelo de lo que se regenera, sea en los manantiales o en el circuito de evaporación, condensación y lluvia; o en otro plano como fuente de transparencia y belleza. El daoísmo chino hizo una aportación hermosa al respecto, bajo una perspectiva singular, cuando tomó al agua como símbolo de blandura y suavidad que se adapta a todos los terrenos, es decir, como ductilidad que todo lo vence, pues lo que en principio parece sometido, débil e informe acaba por ser irresistible32. Acaso encontremos en esa idea de fuerza tranquila y flexible una guía útil, la actitud sensata e inteligente que nada tiene que ver con el frenesí y la complacencia del consumismo, sino con el paso lento y firme, espontáneo, de lo que fluye por su cauce (sin ejercer violencia mientras esté despejado). De nuevo el agua recuerda aquí lo carente de rigidez, lo que es previo a todo y por eso virtual33, lo que lava por dentro y por fuera nuestra realidad para renovarla y abrir otras posibilidades de ser.

Es curioso, por último, que en un mundo que se dice informacional, lleno de realidades virtuales en expansión, hayamos hablado de agua virtual desde otras dos perspectivas: como concepto de medida para la producción y el gasto, así como del simbolismo que le es propio en tanto que condición de posibilidad de todas las cosas. Claro que son tres sentidos diferentes (sumado el tecnológico informacional) que aparecen en tres planos diversos, pero no deja de haber algún vínculo de fondo que emerge a modo de conclusión: el agua es finita y no intercambiable, no se fabrica ni se sustituye por símbolos, y en cambio sí es una pauta fundamental para entender y gobernar nuestra vida en sus variados registros, privados y públicos, hoy y mañana, primero para sobrevivir y después para realizarnos como personas plenas. En una palabra, cuidar el agua, su consumo y su reparto equitativo, es una manera muy fructífera de cuidar a la par los tradicionales valores de la vida y los de la libertad.

NOTAS Y REFERENCIAS

Este artículo ha sido publicado originalmente en Dilemata.net nº 6 (2011)

1 Cf. Cirlot, J. E.: Diccionario de símbolos, Barcelona, Labor, 1988 (7ª ed.), pp. 194 s. No es casualidad que el espejo esté asociado al agua y en general a los símbolos lunares y femeninos.

2 Cf. Touraine, A.: “La crisis dentro de la crisis”, El País 26-9-2010. El autor añade que al menos contamos con los discursos alternativos de la ecología política, el feminismo y el respeto a las minorías como contrapesos.

3 Según la célebre metáfora que para Hans Blumemberg (La legibilidad del mundo, Barcelona, Paidós, 2000) atraviesa la historia del conocimiento.

4 Este análisis psicosocial merecería una reflexión aparte, ya en curso bajo el título de “La percepción social del medio ambiente: disociaciones y peligros”.

5 Cf. mi trabajo “La vida global en la eco-bio-tecno-noos-fera”, Logos. Anales del Seminario de Metafísica 40 (2007) 55-75, donde se amplía y argumenta esta posición.

6 Cf. Barlow, M. y Clark, T.: Blue Gold: the Battle against Corporate Theft of the World´s Water, Toronto, Sttodard, 2002; y Barlow, M.: Blue Covenant: The global Water Crisis and the Fight for the Right to Water, Toronto, McClelland & Stewart, 2007.

7 Eliade, M.: Tratado de historia de las religiones, Barcelona, Círculo de Lectores, 1990, p. 237. Puede ampliarse el asunto en pp. 242, 244, 248 s.

8 Otra aproximación, en parte común, en la “experiencia del agua” según Caldecott, J.: Agua. Ecología de una crisis global, Madrid, Ediciones del lince, 2011, capítulo 3. Se trata además de un buen estudio de los diversos ecosistemas acuáticos (ríos, océanos, lagos, etc.) con los graves problemas que presentan.

9 Buena parte de los que siguen se han obtenido de la Edición Especial Agua. Un mundo sediento, de la Revista National Geographic, abril 2010, donde se especifican con rigor sus fuentes.

10 Según los estudios pioneros de Tony Allan en 1990, del King´s College, el “agua virtual” es la empleada en total por unidad de producción de cualquier cosa. Pronto daremos ejemplos concretos según los cálculos de Hoekstra, A. y Chapagain, A. K.: Globalization of Water, Water Footprint Network, Enschede, Universidad de Twente, 2008.

11 Recordemos que se trata en primer lugar de un negocio que elimina tierras de cultivo antes dedicadas a la alimentación y que no ayuda a paliar el efecto invernadero, entre otras cosas porque lo que ahorra en CO2 se compensa con la mayor cantidad emitida por los vehículos de óxido nitroso.

12 Véase waterfootprint.org Por otra parte, si añadimos el peso del ganado en el calentamiento climático por sus emisiones de gases orgánicos, en particular de metano, el resultado es demoledor respecto a las consecuencias del abuso de las dietas carnívoras, por no hablar del efecto para la salud.

13 La media de la distancia recorrida para el acarreo en el África subsahariana es de unos 6 km, aunque tiende a aumentar, y esta circunstancia afecta al 40% de los hogares en esa vasta zona.

14 Cf. El País, suplemento Tierra, nº 13, 19-4-2008.

15 Cf. Ávila, P. (ed.): Agua, medio ambiente y desarrollo en el siglo XXI, Zamora (Méx.), Suma-El Colegio de Michoacán, 2002.

16 Cf. Delgado, G. C.: “Agua, conflicto y seguridad”, en www.ecoportal.net (hay registro que facilita la localización). En España se gasta al año aproximadamente lo mismo en agua corriente que en embotellada (unos 1750-1800 millones de euros), según el Instituto Nacional de Estadística, 2007.

17 Suez y Veolia controlan el 70% de la gestión privatizada en el mundo, mientras que Coca Cola, Pepsico, Nestlé y Danone tienen en sus manos el 30% del negocio del embotellado.

18Cf. Lohan: “Cómo hacen algunas pequeñas ciudades, la mayoría de ellas conservadoras, para derrotar a las corporaciones…”, en www.sin.permiso.info (14-2-2011). De la misma autora (ed.): Water Matters: Why We Need to Act Now to Save Our Most Critical Resource (Paperback) AlterNet, 2ª ed., 2010. Y también, para otras informaciones, incluido el mencionado monitoreo de los precios, véase www.foodandwaterwatch.org

19 Hoy existen en el mundo unas 800.000 presas, de las cuales 45.000 tienen una cortina de 15 o más metros, lo que provoca desplazamientos forzosos de poblaciones, una mayor emisión de CO2 y metano por parte de la vegetación sumergida, un grado mayor de evaporación y salinización, pérdida de biodiversidad, etc.

20 Cf. García Calvo, E.: “¿Y si aliamos agua y energía?”, El País, La Cuarta Página, 2-10-2010.

21 Cf. Espinosa, L.: “El nihilismo virtual en la sociedad hipertecnológica”, Ágora 26-2 (2008) 79-101.

22 Cf. Barnett, J.: The Meaning of Environmenthal Security, London, Zed Books, 2001.

23 Cf. Agua. Un mundo sediento, op. cit., pp. 31, 42 s La lucha física por el agua es cotidiana en grandes urbes asiáticas, por ejemplo en Nueva Delhi.

24 Cf. el suplemento citado de El Pais, pp.34 s. Lo paradójico es que cada día se evaporan 1 billón de Tm de agua.

25 Cf. la desoladora y documentada obra de Welzer, H.: Guerras climáticas, Madrid, Katz, 2010, en particular pp. 14, 52 s., 127, 132 s., 149 ss., respectivamente.

26 Ibid. pp. 180 ss, donde se ofrece su enumeración y tipología, con reseña de los países, recursos en juego, etc.

27 El tercero y último hasta ahora es de 2009: WWDR3-Water in a changing World. Son recomendables las páginas web de las grandes instituciones (en donde puede localizarse), tales como www.unwater.org y UNESCO.org/water, además del worldwatercouncil.org

28 He tratado estos problemas globales en “Naturaleza e historia hoy: la crisis ecológica”, de próxima publicación en Azafea vol. 13 (2011), adoptando una narrativa en torno a la idea del mal menor.

29 Cf. una referencia útil en aguaplaneta.blogspot.com

30 Cf. Harris, M.: Caníbales y reyes, Madrid, Alianza, 1999, pp. 233ss. y 250ss.

31 Bauman, S.: Vida líquida, Barcelona, Paidós, 2006, respect. pp. 10s., 18, 22s y 127.

32 Cf. Lao zi. El libro del Tao, trad. y ed. de J. I. Preciado, Madrid, Alfaguara, 1994 (8ª ed.), cap. 43 y 76.

33 Cf. Eliade, op. cit., p.261.

 

This article was published on 22nd March 2015, for the World Water Day, in Global Education Magazine.

 

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