Educación para el Desarrollo y Animación Sociocultural: un enfoque desde la participación comunitaria

Itahisa Perez, Global Education Magazine

 Itahisa Pérez-Pérez

 Universidad Pablo de Olavide, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Ciencias Sociales

 e-mail: itahisaperez@gmail.com  / twitter: @Itahisa_perez

Disponible para personas ciegas  available for blinds, Global Education Magazine

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Resumen: La sociedad evoluciona de manera vertiginosa, produciéndose cambios de forma tan rápida que la educación no puede dar respuesta a los mismos. Por ello, y para responder a estas nuevas demandas de la denominada “sociedad del conocimiento”, debemos desarrollar nuevas competencias en los futuros profesionales, tal y como señala el Libro Blanco del Título de Grado en Pedagogía y Educación Social (Libro Blanco). Según Echeverría (2001), “estos cambios demandan en las organizaciones e instituciones una renovada configuración de la profesionalidad…, en la sociedad del conocimiento empieza a imponerse la movilidad como cultura y ésta requiere una capacidad de adaptación a la realización inteligente de una gama relativamente amplia de funciones, transfiguradas con el paso de los tiempos” (Libro Blanco, 114-116). En este sentido, y con la adaptación de los planes de estudio universitarios a las directrices de la Declaración de Bolonia (1999), se hace necesario formar a los futuros profesionales del ámbito socioeducativo, en valores y actitudes relacionadas con la solidaridad y justicia social, en busca de vías de acción para alcanzar un desarrollo humano y sostenible. Partimos, como experiencia previa, de dos innovaciones universitarias llevadas a cabo en diferentes cursos académicos y titulaciones, donde se trabaja de manera transversal la Educación para el Desarrollo donde, a través del trabajo en equipo, la lectura documental, debate y reflexión, fomentamos el pensamiento crítico y la sensibilización del alumnado hacia esta nueva disciplina que, poco a poco, va abriendo camino en los nuevos Títulos de Grado y Postgrado. Tras los óptimos resultados conseguidos con estas dos implementaciones, y el afán de establecer nuevas líneas de intervención e investigación socioeducativa, el presente artículo pretende aportar nueva teoría acercando dos conceptos con larga tradición teórico-práctica, y que cobran importancia al relacionarse con la Educación para el Desarrollo, como son la Animación Sociocultural y el Desarrollo Comunitario. Asimismo, estos tres ejes se interrelacionan a través de la participación comunitaria para lograr una educación para todos, en y desde la comunidad.

Palabras clave: Educación para el desarrollo, participación comunitaria, animación sociocultural, desarrollo comunitario, intervención socioeducativa, innovación universitaria.

Development Education and Sociocultural Animation: an approach from the community participation 

Abstract: Society evolves exponentially, producing changes in society evolves exponentially, changes occur so quickly that education can´t respond to them. Therefore, and to respond to these new demands of the so-called “knowledge society”, we must develop new skills as the White Paper notes the Degree in Education and Social Education (White Paper). According Echevarria (2001), “these changes demand in organizations and institutions with a renewed professionalism settings…in the knowledge society begins to take over culture and mobility as it requires a capacity to adapt to the intelligent realization of a relatively wide range function, transfigured with the passage of time” (White Paper, 114-116). In this sense, and with the adaptation of university curricula to the guidelines of the Bologna Declaration (1999), it is necessary to train future professionals socio, values and attitudes related to solidarity and social justice, seeking ways of action to achieve sustainable human development. We start from two university innovations carried out in different academic courses and degrees, which works in collaboration Education for Development, through teamwork, documentary reading, discussion and reflection, encourage critical thinking and awareness of students to this new discipline, little by little, is finding its way into the new Degrees and Postgraduate. Following the excellent results obtained with these two implementations, and the desire for new areas of intervention and research socio This article aims to provide new theory approaching two concepts with theoretical and practical tradition, and become important in relating to Education for Development, such as the Sociocultural Animation and Community Development. It also these three axes are interrelated through community participation to achieve education for all, and from the community.

Keywords: Development education, community participation, sociocultural animation, community development, educational intervention, university innovation.

Introducción

Los acontecimientos históricos que tuvieron lugar desde el siglo V con el feudalismo, pasando por el 1500 al mercantilismo, la revolución industrial de 1750, el periodo entre guerras de 1919 a 1939, la edad de oro del capitalismo en los años 50-80, las décadas neoliberales entre 1980 y 2000 y el extraño siglo XXI, son algunos precedentes claves del Desarrollo.

La palabra desarrollo, como decía ya Wolfgang Sachs (1997) en la revista Development, “significa ya cualquier cosa…desde levantar rascacielos hasta instalar letrinas…es un concepto de vacío descomunal”. Muchos autores consideran que quien se niega a desarrollarse en la actualidad tiene connotaciones positivas, al relacionarse con progreso; quien se niega a desarrollarse es quien en su propia cultura o país no existe la palabra desarrollo.

A pesar de la multitud de definiciones que se han ido formulando, incluso contradictorias a veces, Sachs (2007) se acerca a nuestro modo de pensar considerando el desarrollo como “un vector emocional, más que un término cognitivo. Connota mejoría, avance, progreso; significa algo vagamente positivo. Por eso es tan difícil oponerse a él: ¿quién quiere rechazar lo positivo?”. Esta palabra está muy usada en el sistema económico internacional lo que provoca que pierda fuerza y sentido. En los últimos años se ha pasado por diferentes categorías en su conceptualización: menos adelantados, menos desarrollados, en vías de desarrollo, desarrollados o, en camino del bien.

Según Sen (2000) “el desarrollo humano consiste en la ampliación de la capacidad de la población para realizar actividades elegidas libremente y que tienen razón de valorar”. En esta definición cobra importancia, implícitamente, la participación activa, la reflexión, conciencia y pensamiento crítico, competencias necesarias para que un individuo sea capaz de elegir libremente (previo conocimiento y reflexión) y valorar (pensamiento crítico).

En los últimos años han tenido fuerza las iniciativas orientadas al desarrollo humano, desarrollo sostenible y, más concretamente, educación para el desarrollo. En el ámbito universitario se ha empezado a incorporar también esta temática en cursos de Postgrado (Especialistas Universitarios y Máster –Títulos Propios u Oficiales-), aunque también se empieza a innovar en la docencia universitaria introduciendo la educación para el desarrollo como eje transversal en diferentes asignaturas y carreras.

La adaptación de los planes de estudio universitarios al nuevo Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) ha supuesto una auténtica reforma estructural, aparte de burocrática, en la concepción y metodología universitaria, adaptándola al crédito europeo o European Credt Transfer System (ECTS), tanto en los modos de enseñar como de aprender.

Este artículo consiste en teorizar a partir de las dos innovaciones docentes universitarias que se implementaron en los cursos académico 2010/2011 y 2011/2012 en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla, España). Estas experiencias son resultado de las nuevas metodologías docentes, relacionando la Educación para el Desarrollo (EpD) con la Animación Sociocultural (ASC) y el Desarrollo Comunitario (DC), a través de la participación comunitaria.

  1. Innovando en la universidad: la sensibilización como punto de partida

La primera innovación implementada se desarrolló en el curso académico 2010/2011, donde se trabajó la Educación para el Desarrollo enmarcada en la asignatura Educación Social ante la diversidad cultural1, al considerar la educación intercultural una de las líneas de actuación de la EpD, como propuesta para entender la educación en contextos multiculturales.

El objetivo de esta primera innovación era sensibilizar a los estudiantes ante la educación para el desarrollo como estrategia clave en un mundo multicultural, analizando las desigualdades sociales y estructurales en un mundo diverso. Según la Cátedra de la UNESCO (Febrero, 2008), por sensibilizar entendemos “ayudar a comprender las interrelaciones y las desigualdades existentes hoy, sus consecuencias y las estructuras o instituciones que las hacen posibles”, es decir, “ayudar a no ser indiferentes”.

Debemos concienciarles en conseguir una vida más justa para el conjunto de la sociedad y en la lucha contra las injusticias y las desigualdades sociales. Según Ortega Carpio (2007) “una acción a corto plazo, que alerta sobre las causas de la pobreza y las estructuras que la perpetúan…no permite profundizar en las causas de las injusticias ni en las propuestas, pero constituye el primer paso para la concienciación, pues rompe el círculo vicioso ignorancia-indiferencia-ignorancia”.

Los resultados de esta primera experiencia en Educación Social fueron positivos. En primer lugar, pudimos dar a conocer esta modalidad educativa, provocarles interés en relación a las causas que generan desigualdades y entender la EpD como una estrategia de intervención para afrontar dichas causas. Por otra parte, la motivación e interés del alumnado posibilitó que las dinámicas se desarrollasen con facilidad, acogiendo de buen agrado la temática trabajada y la metodología desarrollada. Estos resultados favorables nos obligan a reflexionar y plantearnos la necesidad de seguir realizando actividades de estas características en otras materias académicas.

Como consecuencia de esas primeras conclusiones, surge la necesidad de trabajar la EpD de manera más continuada y enfocada en la participación comunitaria. De esta manera, en el curso académico siguiente, 2011/20122, se implementa una nueva experiencia de relacionar la EpD con la Animación Sociocultural y el Desarrollo Comunitario, al concebir a este último como una rama del desarrollo humano.

En esta ocasión, existe un valor añadido y es el trabajo en equipo que se desarrolló durante toda la experiencia, fomentando así la escucha activa así como la lectura y el manejo de documentos científicos a partir de los cuales los estudiantes elaboraron diferentes ensayos, identificando las diferencias y semejanzas que existen entre ambas disciplinas científicas.

Los resultados de esta experiencia fueron óptimos ya que muchos estudiantes se han sentido identificados con estas situaciones. Les ha brindado la oportunidad de ampliar sus conocimientos y formación, interesándose en la lectura de los textos facilitados, relacionados con la EpD, los desequilibrios sociales y la relación existente con la ASC.

En definitiva, los estudiantes finalizaron concluyendo que la EpD posee un ámbito de actuación más global, mientras que la animación sociocultural se sitúa en un nivel más concreto, a pequeña escala. Por otra parte, el DC sigue siendo el “deber Ser” de la humanidad, donde se consiga de una manera viable, adecuada y sin hándicaps, llegar al fin en sí mismo.

Tras estas experiencias surgió un gran interrogante, ¿Qué hacer si comunidades, grupos de personas y/o individuos no tienen esos recursos y metodologías?, ¿Qué hacemos si esas necesidades de desarrollo humano (vida saludable y prolongada, educación y recursos de subsistencia) brillan por su ausencia? Ahí es donde es necesario introducir la animación sociocultural como esa herramienta, metodología o instrumento, necesaria para conseguir el fin del desarrollo humano: “una vida mejor para todos”.

  1. Tres disciplinas, un mismo enfoque

No es nuevo el término “animación sociocultural” que aparece en los documentos de la UNESCO en 1955 y surge en el contexto francófono como “necesidad de dotar de sentido de comunidad (anima) a las ciudades reconstruidas”. A partir de ahí se divulga esta metodología confluyendo con el término “desarrollo comunitario”, cuyo origen tuvo lugar en el ámbito anglosajón. Ambos términos tienen como precedente básico la educación popular de Paulo Freire, centrada en la educación obrera, en esa “praxis liberadora” de educar al marginado, al oprimido.

Quintana Cabanas señala, en el prólogo que realiza a Rezsohazy (1988), que “el proceso de liberación de los grupos humanos oprimidos ha de pasar necesariamente por un proceso de educación…el llamado desarrollo comunitario o de la comunidad constituye una prolongación del desarrollo individual…”, y “la idea central…representa la superación de una realidad humana actual, llevándola a niveles superiores de perfeccionamiento y de calidad de vida”.

Al hablar de educación para el desarrollo y animación sociocultural ineludiblemente hacemos referencia a la participación, pero no cualquier participación, sino que para que la implicación sea eficaz, debemos desarrollar una participación activa. Ambas disciplinas pertenecen a las ciencias sociales, y más aún, a las ciencias de la educación por lo que, para que la educación en general sea efectiva, no basta sólo con la transmisión de la información (instrucción) sino que es necesario también el fomento de la motivación, de las habilidades personales y la autoestima.

Un aspecto fundamental para la continuidad de actividades socioeducativas, es que la comunidad sea consciente de los problemas, es decir, “de sus propios problemas”. Esta idea está muy relacionada, cuando hablamos en investigación e intervención socioeducativa, con la animación sociocultural y el desarrollo comunitario.

Desde esta perspectiva, entendemos la educación para el desarrollo como el “proceso educativo que favorece la comprensión de las interrelaciones económicas, políticas, sociales y culturales entre el Norte y el Sur, que promueve valores y actitudes relacionadas con la solidaridad y la justicia social y busca vías de acción para alcanzar un desarrollo humano y sostenible” (Argibay, 1997: 19).

Por otra parte, Caride (2005: 77) define la animación sociocultural como “una práctica para el desarrollo individual y social, que actúa como mediadora entre la tradición y el cambio, a través de la cual deberá lograrse un amplio conjunto de actores sociales –movimientos asociativos, instituciones educativas y culturales, administraciones públicas, empresas, organizaciones no gubernamentales, etc.- que se sientan corresponsables del quehacer cultural más cotidiano y fomenten actitudes y comportamientos que incentiven la comunicación y la participación cívica, la creatividad y la capacidad expresiva, la autorrealización individual y la transformación social”.

A partir de estas dos primeras concepciones teóricas, podemos resaltar la importancia del desarrollo tanto individual como social en ambas definiciones. Asimismo, las dos se conciben como procesos educativos, por tanto no se trata de acciones puntuales o esporádicas, con un fin en si mismo. En el caso de la ASC, añade la importancia de la participación para lograr esa ansiada transformación social.

No obstante, podríamos establecer como diferencia que la primera se centra a nivel macro, en las interrelaciones entre Norte y Sur, mientras que la segunda trabaja en el entorno más cercano al individuo. Sin embargo, para poder entender ambos enfoques debemos de tener en cuenta los dos contextos puesto que vivimos en una sociedad interconectada.

En este sentido, nuestro planteamiento coincide con Sarrate (2011), cuando hace paralelismos entre la animación sociocultural y el desarrollo, considerándola un elemento que desempeña un cometido decisivo para la consecución del perfeccionamiento personal y social de los ciudadanos, el respeto y la defensa de la dignidad humana así como la práctica de los derechos humanos orientados hacia el estado de bienestar y justicia social.

Aunque estos tres conceptos resulten aparentemente desconectados, en el devenir sociohistórico aparecen unidos e interrelacionados (Hernando Sanz, 2004). Caride y Rouco (1990) señalaban que los contextos sociales, el territorio y las sociedades que los configuran suponen un marco inexcusable en la percepción e interpretación de los hechos educativos.

  1. La comunidad como entorno más cercano del ser social

Para poder comprender este sistema socioeducativo, y teniendo en cuenta que el ser humano es ser social por naturaleza, debemos delimitar en primer lugar, qué entendemos por comunidad.

Basándonos en Pujol y Úbeda (1993), que a su vez se basan en la definición que en su día propuso Lehay, “la comunidad es un grupo de personas con ciertas características, con intereses comunes y que viven dentro de una misma área, dentro de una sociedad mayor”. Los elementos a destacar son: grupo de personas, estructura, características comunes, recursos y servicios, y relaciones (Morón Marchena, 1998).

Según Marchioni (1989) y Turabian (1992), el concepto de comunidad identifica cuatro elementos fundamentales, de tipo estructural, que a su vez son factores de conocimiento de la comunidad, que van a participar muy directamente en la acción comunitaria: territorio, población, demanda y recursos. Estos se entienden como:

  • Territorio: entidad física y social (y no sólo urbanística) en la que se producen las relaciones sociales que se dan entre las instituciones y la población que en ella se radica.

  • Población: a la hora de planificar una acción social interesa hablar de indicadores de población (edad, sexo, clase social, individuos, familias, grupos, colectividad en general y la evolución histórica de la población).

  • Demanda: es un concepto de carácter pluridimensional. Marchioni la define proponiendo una serie de dualidades: actual y futura (de carácter inmediato o a largo plazo), explícita e implícita (nivel de conciencia superior o imprecisa), subjetiva y objetiva (en cuanto a la percepción del problema) y, existe o potencial (pueden coexistir).

  • Recursos disponibles: fundamenta en el punto de partida, en el desarrollo de la acción social y comunitaria. No obstante, cabe destacar que el primer y principal recurso lo constituye la comunidad y sus miembros.

Por tanto, la comunidad es un sistema relacional e interactivo, formado por distintos grupos, que son: las instituciones políticas, los servicios sociales, los centros educativos, los niños, los padres y madres, los centros de salud y los jóvenes. Además, en una correcta educación para el desarrollo “deben intervenir todo y cada uno de los grupos de manera coordinada, ya que de lo contrario se conseguiría una actuación parcial y no globalizadora, que es lo que buscamos” (De Miguel, 1997: 267).

De esta manera, cualquier trabajo comunitario debe buscar e incidir, de manera relacional y coordinada, puntos de encuentro y trabajo en común, tarea en la práctica nada fácil. Por ello, en el trabajo comunitario, uno de los objetivos es el cambio, al igual que ocurre con el desarrollo comunitario y la animación sociocultural, que persiguen un cambio social, pero partiendo de las necesidades y participación e implicación de los propios destinatarios.

  1. La participación comunitaria como eje vertebrador

En este marco de actuación, consideramos importante introducir el enfoque de la participación comunitaria entendida como “un medio técnico para la implementación de los programas” (Winch et al, 1991). O, como indica la OMS, en la Declaración de Alma Ata (1978), “el único camino para superar las limitaciones y la inequidad en la distribución de los recursos para asegurar la meta de Salud para Todos es el involucramiento de las comunidades locales en la prevención y el tratamiento, y sin el involucramiento y responsabilidad de la comunidad, los programas fracasarían”.

De esta manera, la participación comunitaria es imprescindible para que exista animación sociocultural, ya que ésta consiste en una metodología participativa, en la pedagogía no directiva, que implica dinamismo y desarrollo social. Además, su principal función es la movilización social basada en el grupo y/o comunidad, con el fin último de lograr un cambio o transformación social.

Al igual ocurre con el desarrollo comunitario, donde no se trata de una acción sobre la comunidad, sino una acción de la comunidad en la cual la población toma decisiones y asume las consecuencias (Ander-Egg: 1987). Es decir, consiste en una acción desde la comunidad, para la comunidad y con la comunidad.

Por tanto, consiste en una metodología de trabajo desde la base, que pretende desarrollar las potencialidades del individuo, grupo y comunidades con el objetivo de mejorar sus condiciones de existencia. O, dicho de otra manera, se trata de empoderar a los individuos (empowerment).

En los programas de desarrollo de la comunidad es necesaria e imprescindible la participación popular o comunitaria, otorgándole un valor añadido al implicarse los miembros de la comunidad, los propios destinatarios, en su proceso de aprendizaje.

La participación es un instrumento que puede y debe contribuir a elevar los objetivos que nos planteemos en cada caso (promoción de la salud, desarrollo sostenible, atención primaria, etc.); de ahí que propuestas estratégicas como la prevención del VIH-SIDA (uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio) en la comunidad o la intervención socioeducativa en un barrio, dan un importante papel a la participación comunitaria.

En otras palabras, relacionando la participación comunitaria, a través de la animación sociocultural para lograr un deseado desarrollo comunitario, destacamos la siguiente reflexión:

de lo que se trata (en organización comunitaria) es de que la gente identifique y actúe sobre los propios problemas. El resultado de ello es una mayor capacidad de la gente para trabajar en común, para cooperar. Los problemas son una oportunidad para conseguir que la gente trabaje junta. Más que una reforma o un cambio interesa desarrollar integración y cohesión social, incrementar la capacidad de funcionar como una unidad respecto de los problemas comunes” (M. G. Ross, 1967).
  1. Conclusiones

A modo de resumen, la ASC supone transformar actitudes y valores, incluyendo el fomento del sentido crítico, de la responsabilidad y de los procesos de concienciación; implica transformar relaciones personales, basándonos en la comunicación, en la expresión. Según Ander-Egg (1978), se trata de una estrategia de intervención que trabaja por un determinado modelo de desarrollo comunitario y su finalidad es promover la participación y la dinamización social mediante procesos de responsabilidad de los individuos en la gestión y dirección de sus propios recursos. Entendiendo por desarrollo comunitario, según el lema de Paulo Freire “nadie enseña a nadie, todos aprendemos de todos, mediados por el mundo”.

En definitiva, podemos concluir que la participación comunitaria es necesaria ya que cuando una persona siente una determinada actividad o proyecto como suyo, es decir, se siente identificado y partícipe del mismo en todo momento, los resultados son mejores que si viene impuesto desde fuera. Por ejemplo, en educación para la salud es evidente y así lo han puesto de relieve diferentes autores “la salud se ha convertido en un asunto fundamentalmente político, por lo que la participación comunitaria debe ser considerada como un elemento más visible, pero teniendo en cuenta que los ciudadanos o destinatarios deberían ser los máximos protagonistas” (Turabian: 1992).

No obstante, para que una persona se implique y participe activamente, debe de estar motivada ya que ésta es el impulso que le conduce a elegir y realizar una acción, entre aquellas alternativas que se presentan en una determinada situación. Pero también hay que trabajar en las necesidades de las personas y despertarles su inquietud en la búsqueda de sus prioridades ya que, según la teoría de Maslow, “un hombre hambriento no se preocupa por impresionar a sus amigos con su valor y habilidades, sino que más bien, con asegurarse lo suficiente para comer” (DiCaprio, 1989). Es decir, sólo cuando una persona logra satisfacer sus necesidades inferiores, entran gradualmente en su conocimiento las necesidades superiores, y con eso la motivación para poder satisfacerlas. En este sentido, debemos despertarles la conciencia de la necesidad para poder transformar esas necesidades en un deseo específico e iniciarse en la consecución del incentivo deseado.

Por último, “sólo las relaciones sinérgicas están en condiciones de acreditar una intervención adecuada…, significa incrementar la coordinación entre los distintos actores y entre las distintas dimensiones de la necesidad, con la participación de todos” (García Roca, 1999: 52).

Referencias bibliográficas

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  • Argibay, M. et al. (1997). Educación para el Desarrollo. El espacio olvidado de la cooperación.En Cuadernos de Trabajo Hegoa, nº 19, Bilbao.

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  • Winch, P; Hudelson, P. (1991). Formative Research in Community-Based Vector Control Programs. Trabalho apresentado no Simpósio “Community Participation and Control Efforts in Developing Countries”, Annual Meeting of the American Mosquito Control Association, Louisiana, 16-21 de marzo.

1 De esta experiencia se presentó comunicación: Pérez-Pérez, I; Cárdenas Rodríguez, Mª R; Martín-Bermúdez, N. (2011): “Buenas prácticas de Educación para el Desarrollo y Diversidad Cultural en la Enseñanza Universitaria”. V Congreso Universidad y Cooperación al Desarrollo Cádiz 2011. Del 6 al 8 de abril de 2011.

2 Experiencia universitaria (diseñada y elaborada por Itahisa Pérez-Pérez) ha sido enviada a revista científica, donde se encuentra actualmente en proceso de revisión, y pendiente de publicación.

 

This article was published on January 30th: School Day of Non-violence and Peace in Global Education Magazine

 

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