La huella ecológica y social: un desafío para la ciudadanía mundial

javier collado ruano, china, yangshou

 

Javier Collado Ruano en el espectacular paisaje de montaña del karst de Yangshuo, región de Guangxi de China.

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Desde la perspectiva transdisciplinar de la Gran Historia, la Tierra es un sistema auto-eco-organizado que se estructura a través de sofisticados procesos de co-evolución entre los organismos vivos y no vivos. La vida hizo acto de presencia en nuestro planeta entre los 3.800 y 3.500 millones de años antes del presente (AP). Durante la primera mitad de este periodo las formas de vida primogénitas de la Tierra se han mantenido en niveles de complejidad muy sencillos, pero la aparición del oxígeno libre en la atmósfera dio lugar a las primeras células complejas hace unos 2.000 millones de años AP: las células eucariotas.

La explosión cámbrica de metazoos tuvo lugar unos 1.500 millones de años después, hace unos 542 millones de años AP. Desde entonces, la variedad biológica ha venido incrementándose a gran velocidad formando una amplia gama de organismos multicelulares que desarrollaron la estrategia de supervivencia con flujos de energía muy singulares, como por ejemplo la cadena trófica. Parece que la vida surgió en las profundidades de los océanos y desde ahí conquistó la tierra firme hace unos 450 millones de años AP. Tan sólo 250 millones de años después de alcanzar la superficie terrestre surgieron los primeros animales de sangre caliente, donde destacaron los dinosaurios del periodo Jurásico que desaparecieron hace unos 66 millones de años AP por un supuesto asteroide que impactó en la Tierra.

Esta circunstancia dio lugar al periodo hegemónico de los mamíferos, donde emergieron los primeros homínidos bípedos entorno a 7 millones de años AP. Gracias a la prueba del carbono-14 realizada en los restos fósiles encontrados podemos conocer de un modo aproximado la datación de los primeros australopitecos, que aparecieron hace unos 4 millones de años AP. Los del Homo Habilis datan de 2,5 millones de años AP, los del Homo Erectus están en 2 millones de años AP, y los del Homo Neardenthalis y Homo Sapiens apuntan unos 200.000 años AP.

Durante todo este tiempo, los ecosistemas naturales han venido desarrollándose en coevolución, pero desde hace unos 250 años, con los modelos de desarrollo e industrialización impuestos desde Occidente a todo el mundo, la acción antropogénica está causando una gran huella ecológica y social. De ahí la urgencia en formular políticas internacionales que circunscriban la acción económica humana dentro de los límites biofísicos de Gaia. Alcanzar un proceso continuo y permanente de sostenibilidad planetaria implica regular el mercado globalizador actual y emprender acciones de “economía ecológica” desde una perspectiva biomimética que imite los procesos de desarrollo sostenible de los ecosistemas en las actividades socio-económicas humanas.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030 demandan una cooperación humana similar a la desarrollada por los sistemas naturales en los procesos cíclicos de intercambio energético y material. A pesar de la violencia y las acciones predatorias que existen entre las distintas formas de vida de la naturaleza, estos patrones se distinguen de los artefactos económicos humanos por su capacidad para cooperar y coevolucionar al unísono. La aparición de las primeras células eucariotas, en torno a 2.000 millones de años AP, son un claro ejemplo de asociación simbiogenética entre dos clases de procariotas que pueden inspirarnos para desarrollar un futuro sostenible. “Otro mundo es posible” cuando la cooperación entre las comunidades humanas da lugar a una democracia transnacional, cosmopolita y sostenible con el medio ambiente.

Hablamos, entonces, de una coevolución donde toda la ciudadanía mundial aprende a colaborar para transformar las dinámicas destructivas de la globalización económica y hace florecer otro mundo posible que atiende a las necesidades de los más pobres y necesitados. Para ello, hay que afrontar el reto del cambio climático y la sostenibilidad ecológica superando los postulados epistémicos de competición, expansión y dominación impuestos por las estructuras globalizadoras del capitalismo: creando un cuadro epistémico paradigmático caracterizado por la cooperación, la conservación medio ambiental y la asociación humana. Al seguir biomiméticamente este padrón de organización de los ecosistemas estaremos caminando hacia la maximización de la sostenibilidad, haciendo posible otro mundo con una huella ecológica y social mucho más reducida. De ahí que la acción voluntaria interconectada de la ciudadanía mundial sea la clave para alcanzar los ODS. ¿A qué estamos esperando para cambiar nuestros hábitos de consumo que acaban con la biodiversidad de la naturaleza?

This article was published on 5th December 2015, for the International VolunteerDay at Global Education Magazine.

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