¿Prevenir o educar? Una aproximación a la gestión de placeres y riesgos
José Ignacio Bozano Herrero
Doctorando Antropología Social y Cultural, Facultad de Geografía e Historia, Universidad de Sevilla.
e-mail: josbozher@gmail.com
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Resumen: La educación en materia de drogas no debe basar sus planteamientos en la abstención o la prevención como únicas respuestas ante la relación con las drogas, ni en los aspectos negativos como única manera de definirlas. Parece evidente que tras muchos años de trabajo en este sentido, el consumo de drogas sigue prevaleciendo e incluso aumente en determinados contextos. Cuando existen colectivos o personas que voluntariamente deciden consumir drogas, e incluso las incorporen a su estilo de vida, el discurso prevencionista se vacía de sentido y carece de utilidad, perdiendo los que mantienen estas posiciones toda la legitimidad ante aquellos usuarios que no presentan consumos problemáticos. Es en este punto en el que se deben reforzar las pautas y valores que posibiliten una adecuada formación e información sobre el tema, tanto entre los usuarios como entre los profesionales de la salud y lo social, reforzando acciones como las que desarrollan colectivos como Energy Control, extendiéndolas más allá de los espacios de ocio e incorporándolas a estrategias educativas específicas.
Palabras claves: drogas, prevención, consumo, trance, reducción de riesgos, gestión de placeres y riegos.
To prevent or to educate? A close-up on the pleasures and risks management
Abstract: Drug education should not be based on its abstention or prevention as the only way to relate to drugs, nor on the negative aspects of drugs to define it. It seems evident that after many years of work on this subject, drug use still prevails and keeps increasing in particular contexts. When a group of people or a single person decides to consume any drug, or even incorporate it to their lifestyle, the “preventive speech” becomes pointless and useless, losing all their legitimacy in front of the consumers who don’t have problems with drug abuse. Is in this point in which we should reinvent and strengthen the standards and values we have created to educate and inform about this subject, given it to consumers and/or healthcare professionals, reinforcing groups such as Energy Control, taking them from only being in social gatherings to be part of educational strategies
Key words: drugs, prevention, consume, trance, risks reduction, pleasure and risks management.
Introducción:
Resulta dificultoso establecer una definición de lo que es droga en un sentido general, y este es ya un punto de partida conflictivo que complica la gestión de las diferentes situaciones que se relacionan con ella. Para ser capaces de entender la polisemia existente en este término hemos de atender al contexto en el que se inserta, esto es, en función de quién lo defina encontraremos multitud de acepciones diferentes, e incluso algunas que coinciden en sus términos pero que les separan matices insalvables que hacen de esta una cuestión de gran complejidad en el que las posturas, definidas a base de intereses, se encuentran enfrentadas. En este sentido, es fundamental que seamos capaces de aceptar la existencia de percepciones positivas sobre las drogas y relaciones no problemáticas con estas, esto es, de personas que valorizan su uso como algo deseable, algo que les reporta experiencias efectivas, y cuyo consumo no implica deficiencias en sus relaciones sociales ni en su vida cotidiana. Es en este punto en el que debemos plantearnos la poca eficacia de la generalización de los discursos y las estrategias abstinenciales, pues en el momento en el que existe gente que decide consumir drogas ya poca utilidad mantienen los alegatos en favor del “NO”, con lo que el peso de las acciones deben centrar esfuerzos en ofrecer formación e información sobre las diferentes sustancias, en definitiva, en educar en ciertas pautas y valores para tratar de prevenir problemas y ofrecer a las personas las herramientas necesarias para poder gestionar sus consumos de una manera autónoma y responsable.
El presente artículo surge a partir de un trabajo de investigación que pretende analizar las disonancias existentes entre los discursos y prácticas en materia de drogas que sostienen las distintas administraciones y entidades afines a estos posicionamientos, y las que sostienen aquellos individuos o colectivos que realizan uso de estas sustancias. Ante la imposibilidad de ponderar todas y cada una de las diferentes posiciones, nuestro interés etnográfico se centra en un movimiento cultural concreto que defiende el uso de las drogas y las utiliza como mecanismos válidos de experimentación y autoconocimiento, el cual tomaremos como ejemplo paradigmático en cuanto a lo que a consumo de drogas se refiere aunque es extensivo a muchos otros contextos diferentes en los que prevalece un consumo de drogas recreativo. Nos estamos refiriendo al movimiento relacionado con la música trance2, que viene desarrollándose en Andalucía desde principios del 2000, y que tiene en las raves3 su mayor expresión cultural y su principal espacio de interacción y construcción de identidad grupal. Así, el hecho de conocer y reconocer la existencia de estas diferentes actitudes debe servirnos para desarrollar estrategias educativas adaptadas a las diferentes situaciones que se dan en cuanto al uso de este tipo de sustancias. No debemos limitarnos a lo superficial y concluir que la única acción adecuada es la encaminada a separar los factores de riesgo de la población, lo que resulta la base de las acciones prevencionistas tal y como expone Romaní (2008), pues estaríamos condenando al ostracismo y por ende a situaciones de vulnerabilidad, a aquellos individuos que deciden conscientemente consumir drogas, dejándolos desprotegidos, negándoles su derecho a informarse adecuadamente de todos aquellos aspectos que sean relevantes a la hora de relacionarse con estas, y sin los cuales la problemática asociada sería, en definitiva, mucho mayor. Del mismo modo, se acredita un grave desconocimiento por parte de muchos profesionales de la salud y lo social sobre el panorama actual de las drogas, que muchas veces extrapolan los estereotipos extendidos desde el discursos hegemónico a su labor profesional.
Fundamentación teórica:
Por droga (psicoactiva o no) seguimos entendiendo lo que hace milenios pensaban Hipócrates y Galeno, padres de la medicina científica: una sustancia que en vez de “ser vencida” por el cuerpo (y asimilada como simple nutrición) es capaz de vencerle, provocando (en dosis ridículamente pequeñas si se comparan con las de otros alimentos) grandes cambios orgánicos, anímicos o de ambos tipos (Escohotado, 1996: 9). Si atendemos pues a esta definición podríamos englobar sustancias categorizadas de una manera tan dispar como el tabaco, el alcohol, la morfina, la aspirina, la anfetamina, el éxtasis, etc. Como vemos, la única característica que comparten es la presentada en la definición de Escohotado (Ibid.), pero entonces, ¿a qué se debe la pluralidad de significados que se les otorga cuando nos referimos a cada una de ellas en particular? Esta pregunta nos hace volver sobre la variable cultural, es decir, sobre el significado que estas sustancias tengan en grupos determinados.
La definición de droga, por lo tanto, es algo que depende del contexto social y cultural en el que se inserta, y es que como expone Furst (1980), existe una interrelación entre naturaleza y cultura en el uso de sustancias psicoactivas en los distintos grupos humanos. Su definición es de carácter arbitrario y variará, no ya sólo en función del uso y significado que cada pueblo pueda otorgarle, sino que en el seno de sociedades como la nuestra encontramos posiciones tan alejadas como irreconciliables. Y es que en general, el debate sobre las drogas está atravesado por la dialéctica del bien y del mal, de lo permitido y de lo prohibido, de lo legal y lo ilegal, y es que en nuestra sociedad la posibilidad de establecer los atributos negativos o positivos de estas sustancias dependen directamente del poder hegemónico, que a través de instituciones oficiales, organismos afines y medios de comunicación promueven eso que Escohotado (1996) define como farmacracia, esto es, el monopolio sobre este tipo de sustancias aún cuando son deseadas por otros. Esta idea se relaciona con el Modelo Médico Hegemónico (MMH), que Menéndez (1998) define como un poder que regula y controla la salud pública, entendida esta desde parámetros establecidos por este mismo poder, que deja de pertenecer a los individuos para convertirse en una forma de control.
Por lo tanto, las administraciones desde su posición privilegiada promueven una posición con respecto a las drogas, sobre la que dirigen todos sus esfuerzos: la abstención. En España, la administración central pone en juego a través del PNSD4 las políticas y herramientas para gestionar la cuestión de las drogas, siempre bajo los preceptos marcados a nivel europeo, y también en los niveles autonómico y local. Lo único que se contempla es la cuestión problemática, que existe, pero se obvian otro tipo de dimensiones, como la cultural, e incluso otro tipo de formas de afrontar la cuestión, lo que quizás supondría una mejor estrategia para minimizar los conflictos relacionados con el uso de drogas. Por otro lado, también se evitaría la aprición de nuevos problemas, pues en el seno de los discursos y prácticas abstencionistas se producen una serie de efectos perversos, tal como los enunciara Boudon (1980), esto es, las administraciones al querer erradicar el “problema de la droga” sin atender a la voluntad de los actores, consigue el resultado opuesto, generando una problemática asociada a las drogas que va desde la persecución y criminalización de los usuarios5, pasando por la desprotección de la salud de los consumidores, la desatención de sus requerimientos y derechos, hasta la aparición y consolidación de mafias que controlan el mercado de estas sustancias
La sociedad civil, representada a través del tejido asociativo, acepta mayoritariamente esta idea de las drogas como elemento de conflicto y contaminación simbólica, por lo que las actuaciones de estas asociaciones subvencionadas por las distintas administraciones públicas van dirigidas casi exclusivamente a tratar aspectos tales como la rehabilitación, la asistencia, la prevención. Aunque es cierto que en el plano administrativo surgen algunas contradicciones en cuanto a la perspectiva que institucionalmente se ofrece de las drogas y el trabajo de algunas asociaciones que, en sus planteamientos más básicos, difieren del análisis de la situación que se realiza desde los poderes públicos, desechando el mensaje emanado desde estas instancias, a saber: la abstención total. Tomaremos aquí como ejemplo paradigmático el programa de reducción de riesgos Energy Control de la ONG Asociación Bienestar y Desarrollo (ABD), con ámbito de actuación estatal y con delegaciones de dicho proyecto en las Comunidades Autónomas de Cataluña, Madrid, Islas Baleares y Andalucía. Este proyecto lleva a cabo diferentes actuaciones e investigaciones en materia de drogas en contextos recreativos, por lo que supone un elemento de referencia en la investigación en este ámbito, debido a que su forma de trabajar los sitúa como espectadores privilegiados del panorma de las drogas.
El programa estrella que llevan a cabo desde esta asociación, por el que es conocida y reconocida, es el del análisis de sustancias6. El interés principal expresado desde esta asociación no es exclusivamnete el analizar las sustancias, sino el poder establecer un feed-back con las personas que se acerquen a hacer uso del servicio, para de esta manera ofrecerles pautas relacionadas con la reducción del riesgo. Este es un concepto que viene contemplado en las estrategias de la administración, aunque en cierta medida supone un giro de ciertos planteamientos, pues la cuestión es que se admite que existe un consumo y se trata de establecer cierto tipo de control sobre él, conscientes de que las acciones desarrolladas hasta ahora no han conseguido nada de lo que pretendían, tal como explica Vanthournhout (2001). Del mismo modo, se pretende dotar a los usuarios de las herramientas necesarias para un consumo “seguro”, tanto a nivel orgánico como legislativo.
Los enfoques basados en la reducción de riegos pretenden acabar con la manera de contemplar las drogas desde una perspectiva excesivamente peyorativa, no obstante, el paradigma de la reducción de riesgos continúa manteniendo una visión negativa del consumo, pues lleva implícito una definición de las mismas desde su componente problemática, esto es, desde los riegos asociados. Por lo tanto, al hacer uso de este concepto en cierto modo estamos recayendo en esa visión abstinencial de la que venimos hablando según la cual lo mejor es no consumir ningún tipo de sustancia, ya que esta es la única forma segura de evitar sus posibles riesgos. Pero si queremos realizar un acercamiento adecuado a la pluralidad de situaciones en relación a las drogas, no podemos obviar que hay personas que deciden usarlas y no piensan, o al menos no exclusivamente, en los posibles daños que de ello devengan, sino que también está presente, quizás en mayor medida, la búsqueda del placer, por lo que quizás un concepto más adecuado que el de la reducción de riesgos sería el de la gestión de placeres y riesgos7. (Hidalgo, 2003)
Este tipo de estrategias como las desarrolladas por Energy Control, resultan muy efectivas porque actúan con las personas que deciden usar estas sustancias, evitando juzgar los motivos que aducen. Un ejemplo lo consituye el movimiento andaluz del trance, que ha supuesto nuestra unidad de observación principal. El embrión de este movimiento surge a finales de los 60 en el estado de Goa, en la India. Papadimitropoulos (2009) explica que a finales de esa década, y con la pérdida de fuerza del movimiento hippie, muchos de sus integrantes se refugiaron en este lugar dando origen al movimiento, generando un renacer de su ética bajo una forma completamente novedosa. En Andalucía el movimiento aparece a finales de los 90 y se consolida a lo largo de la década del 2000, cuando empiezan a surgir colectivos8 coincidentes con algunas de las capitales de provincia. Estos colectivos se reúnen varias veces al año, siempre dentro de los periodos intersticiales de la vida institucional, no superando normalmente el centenar de asistentes y cambiando la localización de las fiestas en cada ocasión. En sus encuentros las drogas están muy presentes, se convierten en un elemento indispensable para la acción que se desarrolla, por lo que de nada serviría lanzar mensajes previniendo del consumo de estas sustancias, de hecho ello implicaría una no comprensión de la acción y supondría perder la oportunidad de ofrecer una adecuada educación en lo que a salud se refiere, lo que explicaría gran parte del fracaso de este tipo de estrategias.
Diseño y metodología:
En el desarrollo de la investigación han resultado de vital importancia las ideas de dos autores que reflexionan sobre la necesidad de atender a distintos espacios a la hora de acercarnos a la realidad analizada. En primer lugar la etnografía multisituada enunciada por George Marcus (1995), según la cual determinados objetos de estudios no pueden ser explicados etnográficamente atendiendo a un único contexto, se trata de desarrollar una etnografía que se desplace entre los distintos espacios que involucran a nuestro objeto de estudio para conocer la circulación de significados y relaciones. En segundo lugar, la ciberetnografía explicada por Ángel Ruiz Torres (2008), que se configura como una forma de afrontar muchas de las investigaciones de las realidades culturales actuales principalmente en las llamadas sociedades occidentales, aunque no únicamente en este contexto. Esto es así debido a la relevancia de internet y la creciente dependencia de su uso, que permite conectar en tiempo real individuos que comparten patrones culturales y se encuentran distantes geográficamente hablando. Es por ello que a lo largo del proceso etnográfico se tienen en cuenta básicamente tanto los datos recogidos en distintas raves, como aquellos generados en el contexto de internet, y aquellos extraídos a partir de la interacción con los usuarios de drogas a través del stand de Energy Control
Las técnicas que se han utilizado son las siguientes. En primer lugar, y pese a que nuestra orientación es fundamentalmente cualitativa, hemos creído conveniente realizar un cuestionario, combinando distintos tipos de preguntas. Aunque no sea la técnica más provechosa para la Antropología permite: realizar una primera toma de contacto sobre el tema, localizar aspectos a investigar que a priori no hayan sido considerados y entrar en contacto con los informantes, de cara a ver si alguno puede, en la aplicación posterior de una técnica cualitativa, ofrecer más información.
Se han realizado cuatro entrevistas semiestructuradas, a un integrante de los colectivos andaluces de trance, a participantes del movimiento y usuarios de drogas, y a un voluntario de la asociación Energy Control. Por otro lado se realizó 1 grupo de discusión mixto con usuarios de drogas y participantes del movimiento andaluz de trance.
No obstante, la fuente principal de obtención de información la ha constituido la observación participante tanto en el espacio cibernético, como en el espacio de la “fiesta”, y en este contexto a su vez desde una doble posición, la de participante en la rave y la de voluntario en el stand de Energy Control. La realización de la observación permite tomar contacto con la realidad y observar lo que allí ocurre, a través de lo que cuentan pero también de lo que se ve.
Resultados:
Es innegable la existencia de diferentes percepciones, muchas muy positivas, en cuanto al uso de drogas. Así aspectos como el placer, la alteración de conciencia, la exploración, la experimentación y el autoconocimiento, se convierten en motivos válidos esgrimidos para consumir drogas. Loli, una chica sevillana asidua a raves de trance lo explica así: Las drogas son muy importantes, claro. Sin las drogas no estaríamos allí fijo. Yo cuando pienso en una rave, no es que piense en drogarme, tú sabes, pero si pienso en las drogas, bueno en la sensación que me dan, ¿sabes lo qué te digo? Cuando se que voy a ir a una rave, pienso en como me siento allí con la música y con el “M” (MDMA). Para mí, eso es lo mejor, lo más especial, ¿sabes? Poder ir a un sitio y sentirte libre de verdad, es una cosa mágica que sólo pasa allí.”
Es frecuente que en espacios de ocio aparezcan sustancias tales como el alcohol, el tabaco, el cannabis, las anfetaminas, el éxtasis, la cocaína, la ketamina, el LSD o la psilocibina de los llamados hongos mágicos, y menos frecuente otras como el DMT, GHB o 2CB, sin contar aquellas sustancias de nueva síntesis (conocidas como Research chemicals o novel psychoactive subtances) y que están encontrando un hueco en estos contextos ya sea como adulterantes o como “drogas en sí”, tales como la metoxetamina, la ethcatinona o la mefedrona
Las personas que consumen drogas en estos contextos se preocupan por su salud, mantienen en la mayoría de los casos vidas socialmente normalizadas, con obligaciones laborales o educativas, responsabilidades familiares, etc. Se sienten desprotegidos en muchos aspectos y temerosos de mensajes con un claro marcado carácter paternalista, así es frecuente que en el stand de Energy Control una de las preguntas más habituales sea: ¿Información sobre drogas? ¿Qué me vais a decir que no me drogue?
Se ha comprobado que muchos de los profesionales que se relacionan con estos contextos carecen de la formación adecuada, por ejemplo es habitual que en las ambulancias contratadas por los promotores de festivales de música electrónica desconozcan las sustancias que están presentes en ese tipo de eventos, con lo que a priori no están completamente preparados para afrontar determinadas situaciones. Además existen numerosos estereotipos por parte de estos profesionales con respecto a las personas que consumen drogas, lo que resulta preocupante cuando se constata que estos están presentes en la relación de estos profesionales con los usuarios
Conclusiones:
El fracaso producido, y constatado, por la utilización exclusiva de las acciones orientadas por la visión abstinencial en todos los niveles de gestión en materia de drogas a partir de situaciones como la aparición de un mercado negro al que deben acudir los usuarios, la adulteración de las drogas y los problemas para la salud que esto provoca, el estigma con el que cargan los usuarios en determinados contextos, la aparición y extensión de sustancias desconocidas y poco controladas como las NPD (novel psychoactive subtances), los problemas asociados a la falta de información específica sobre sustancias determinadas, etc., deben servirnos como acicate para implementar otras muchas medidas que, aunque desarrollados en menor medida, se han mostrado tremendamente eficaces tales como el análisis de sustancias que permite generar alertas ante sustancias desconocidas o potencialmente dañinas que circulan por los espacios de ocio, los puntos de análisis de alcoholemia en este tipo de espacios para evitar la conducción tras haber ingerido alcohol, las recomendaciones para evitar la transmisión de las enfermedades infecciosas, la información sobre la naturaleza de las sustancias, sus efectos y contraindicaciones, etc.
Así la extensión del modelo que promueven programas como el de Energy Control debe llegar a muchos más ámbitos. Entre estos es necesario poder llevar la información ofrecida en los contextos de ocio a todos los espacios posibles en los que se de consumo de drogas, principalmente a usuarios, de manera que seamos capaces de empoderar a estas personas para afrontar su relación con las drogas sin perjuicios innecesarios. Del mismo modo, es vital que los profesionales de la salud y lo social se involucren en el reconocimiento de la realidad actual de las drogas y se formen adecuadamente para saber hacer frente a una realidad tan cambiante como es la del panorama de las drogas, que gracias a las modernas herramientas tecnológicas se caracteriza por una profunda y continua metamorfosis para la que debemos estar preparados, y ante lo que debemos aportar al grueso de la sociedad las herramientas necesarias para una correcta gestión, pues lo contrario atentaría contra el derecho de los individuos a estar informados, gestionar su cuerpo y su salud, y decidir libremente. En este sentido sería interesante también valorar la posibilidad de extender estas acciones formativas y educativas a ámbitos como el de la familia, donde los padres, como primer elemento en la socialización de las personas, pueden y deben formarse e informarse para contar con mayores herramientas para gestionar posibles consumos en sus hijos, evitando crear situaciones de desorientación donde los progenitores se vean incapaces de actuar, o lo hagan de una manera que implique un distanciamiento de la unidad familiar y por lo tanto un empeoramiento de las relaciones que se desarrollan en su seno.
Una de las consecuencias más importantes que encuentran las acciones preventivas en materia de drogas, uno más de estos efectos perversos a los que hacíamos referencia, lo constituye el hecho de la pérdida de legitimidad de las instituciones antes los usuarios de drogas. Cuando el discurso sostenido no deja lugar a más opciones que el NO, y los efectos derivados de la relación con las drogas no son negativos, esto es, no impiden que la persona continúe con su vida de manera absolutamente normal, aquellos entes que se mostraron adalides de tal mensaje pierden toda la influencia que pudieran poseer, mostrándose completamente ineficaces debido a que los usuarios pierden todo interés en campañas y otro tipo de acciones. Por el contrario, estas personas acogen con gran interés y agradecimiento el trabajo de asociaciones como Energy Control, a quien reconocen como un interlocutor válido lo que supone una oportunidad nada despreciable de acceder a estos usuarios y promover pautas adecuadas en su relación con las drogas.
Notas
[3] Las raves son encuentros de personas en espacios periféricos de las ciudades o en lugares naturales, que se reúnen en torno a un determinado tipo de música electrónica para bailar, interaccionar y construir una experiencia colectiva. Su duración varía entre pocas horas y varios días, y sus características difieren en función del tipo de música que se “pinche”. Para Fernández Calderón et al. (2012) diferentes estudios han demostrado que el consumo de drogas en raves es superior al que se encuentra en otros contextos recreativos, de ahí nuestro interés en este contexto particular.
[4] Plan nacional sobre drogas
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This article was published on April7th: World Health Day in Global Education Magazine.